A los que buscan,
a los que componen,
a los que comparten,
a los que susurran,
a los que gritan...
himnos.
No quiero hablar de los colores de las banderas, de la mezcla de lenguas, del rumor entusiasta, de los pies cansados, de las risas en el transporte público, de las horas sin dormir. Nada de los reencuentros y, menos aún, de los Encuentros. Tampoco del brillo en las miradas, de las velas encendidas, de los corazones confortados, de los desalentados con esperanza, ni de los de la versión "sin", que también los hay. No pienso decir ni una palabra de Juan Pablo II ni de Benedicto XVI. No escribiré nada de la juventud.
No voy a hablar de París... antesala de tantas cosas. Ni de Roma, ni de jubileo alguno. De Toronto, en absoluto. ¿Para qué referirse a Colonia?
Los hay que se convirtieron, los hay que se enamoraron, que se hicieron preguntas quizá aún hoy sin responder, otros encontraron razones, tomaron decisiones, fortalecieron vínculos, pero hoy no pienso hablar de ellos. Ni de corros de bailes, ni de mezcla de culturas, ni de los diferentes modelos de hábitos religiosos -que me encantan-, tampoco de guitarras, ni de múltiples intercambios: gorras, sombreros, banderas, camisetas... experiencias.
Ni una línea sobre sacrificios. No pienso recordar las veces que cargaron con mi mochila, el alivio que sentí, o lo querida que me supe. No voy a describir las colas para el baño... ni las colas para el confesionario, aunque podría hacerlo. No es el momento para los sacos de dormir al aire libre, ni para el silencio que te sobrecoge cuando te despiertas de repente y miras a tu alrededor. Miles de personas duermen.
No contaré nada de los voluntarios, ni de sus meses de trabajo. Omitiré cualquier alusión a mi comunidad ni a la cantidad de grupos hermanos en nuestra querida Iglesia motivo de encuentro siempre. Nada de las pancartas, de los sacerdotes, ni de la sonrisa de los obispos cuando el viento les vuela la mitra. Nada del emocionado recuerdo de Juan Pablo II. Nada de los milagros que sigue haciendo en mi vida.
No tengo intención de resaltar la generosidad de las familias alemanas que nos acogieron este verano en sus casas y parroquias. Ni mucho menos daré nombres propios (no pienso ni por asomo mencionar a Pedro Sanz, ni a Josete, ni a Cristina, ni a Jorge).
Jamás se me ocurriría.
Hoy quiero hablarte de un cd pirata.
Este cd de himnos me ha devuelto la memoria, me ha repetido palabras de mi historia, me ha perfilado la mirada de ese testigo fiel de mis luchas, cómplice en mis pasos lentos y también en los precipitados.
"Hoy es el día para recomenzar, para decir al mundo, a todo el mundo: Cristo Jesús."
Y hoy no te pido otra cosa sino que compongas tu himno, que busques conmigo cómo alabar por siempre a este Dios que se da a conocer a través de los colores de la gente, del sufrimiento de la Cruz, de la música de las almas que aman. Compón tu himno pronto para que nuestras voces se unan y alabemos juntos al Señor con himnos por los siglos.