miércoles, enero 18, 2006

Hablando del tiempo.



"Incierto es, en verdad, lo porvenir. ¿Quién sabe lo que va a pasar? Pero incierto es también lo pretérito; ¿quién sabe lo que ha pasado? No dudo que haya en nuestra conciencia una pretensión a fijar lo pasado, como si las cosas pudieran hacerse inmutables al pasar de nuestra percepción a nuestro recuerdo.

Pero si miramos más de cerca, veremos que el devenir es uno, y que su totalidad (porvenir-presente-pasado) lo sometido a constante cambio. También es cierto que, como el punto de mira y los puntos de referencia varían de continuo -cuantitativa y cualitativamente-, ningún acontecimiento de nuestro pasado ha de aparecernos dos veces como exactamente el mismo. De suerte que ni el porvenir está escrito en ninguna parte, ni el pasado tampoco. Y no digo esto para que os burléis de los historiadores, que siempre mercerán nuestro respeto, sino para que seáis más indulgentes con sus errores. También habríais de pitorrearos de los profetas; porque la pretensión de ver lo futuro no es mucho más usuraria que la jactancia de conocer lo pasado, en la cual todos hemos alguna vez incurrido.

Me diréis que, de lo pasado, siempre podremos afirmar algo con relativa seguridad, y que el hecho de que Bruto matase a César parece cosa bastante más firme y averiguada que lo sería el hecho contrario, a saber: el de que César hubiera podido matar a Bruto. En eso tenéis razón. Pero ¡qué poca cosa es saber que Bruto mató a César! Por qué, cuándo, cómo -exactamente- y aun las circunstancias más nimias que concurrieron en aquel magnicidio, son cosas que estaremos averiguando hasta la consumación de los siglos."

Antonio Machado

jueves, enero 05, 2006

Si supiera pintar...


"La Virgen está pálida y mira al niño. Lo que yo habría querido pintar sobre su cara es una maravillosa ansiedad que nada más ha aparecido una vez sobre una figura humana. Porque Cristo es su niño, la carne y el fruto de sus entrañas. Ella le ha llevado nueve meses y le dará el pecho, y su leche se convertirá en sangre de Dios. Le aprieta entre sus brazos y le dice: "Mi pequeño"�.

Pero en otros momentos se corta y piensa: "Dios está ahí"�, y es presa de un religioso temor ante ese Dios mudo, ante ese niño aterrador. Porque todas las madres se sienten a ratos detenidas ante ese trozo rebelde de su carne que es su hijo, y se sienten desterradas ante esa nueva vida que se ha hecho con su vida y que más cruel y rápidamente arrancado a su madre que éste, porque es Dios y sobrepasa con creces lo que ella pueda imaginar.

Pero yo pienso que hay también otros momentos, fugaces y escurridizos, en los que ella siente a la vez que Cristo es su hijo, su pequeño, y que es Dios. Ella le mira y piensa: "Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Ha sido hecho por mí; tiene mis ojos, y el trazo de su boca es como el de la mía; se me parece. ¡Es Dios y se me parece!".

Y a ninguna mujer le ha cabido la suerte de tener a su Dios para ella sola; un Dios tan pequeño que se le puede tomar en brazos y cubrir de besos; un Dios tan cálido que sonríe y respira; un Dios al que se le puede tocar y que ríe. Y es uno de esos momentos cuando yo pintaría a María si supiera pintar..."